Por norma general la recolección de las castañas se da a comienzos de octubre, con la entrada del otoño, y cuando el erizo ya va llegando a su madurez, cayendo al suelo y dejando a la vista nuestras preciadas castañas.
Esta recogida o “paña”, como mejor la conocemos aquí en el Bierzo, se realiza generalmente a mano siendo imprescindible el uso de guantes para evitar en lo posible pincharnos con las púas de los erizos. La recolección manual nos permite ir seleccionando el fruto a medida que se recoge. Las castañas se depositan en cestos de mimbre, para dejar que el fruto respire y no se pudra. Está desaconsejado utilizar y almacenar las castañas en bolsas, cestos o sacos de plástico.
Otro sistema de recolección, más rápido y menos laborioso para el trabajador, es la utilización de aspiradores individuales especialmente indicados para esta tarea. Esta recolección precisa de una selección posterior del fruto.
Es importante tener en cuenta que no todo lo que hay en el suelo vale. Mientras se “apañan” hay que examinar castaña a castaña para asegurarnos que se han formado correctamente y que no han sido atacadas por algún insecto. Independiente del tamaño es la calidad y estado de la castaña, por lo que no se recogen aquellas que no estén enteras, que sean paletas (no estén llenas) o que no hayan conseguido el grado de maduración adecuado (castañas blancas).
Tras su recolección lo mejor es trasportarlas en cestas de madera o sacos de malla para preservar su conservación.
Cuando las castañas llegan a la fábrica, se vacían en una máquina seleccionadora donde se irán separando por tamaños y donde se limpiarán desechando cualquier resto que pudiera venir del campo: tierra, hojas, piedras… Las castañas frescas se clasifican según calibre y variedad. Las castañas destinadas a ser transformadas tendrán que pasar por dicho proceso antes de su envasado. Bajo la Marca de Garantía encontramos 5 formas de consumo diferentes: castaña fresca, castaña seca, harina de castaña, pasta de castaña y castañas cocidas naturales.