La palabra “castaño” procede del latín “castanea” que, a su vez deriva del griego kastanion karyon (=nuez de Kastania) refiriéndose a la antigua ciudad de Castaña, antiguo reino junto al Mar Menor.
Hasta hace poco tiempo se le atribuía la procedencia del castaño de Asia Menor, desde donde fue introducido en Europa y en la Península Ibérica por los romanos, que la utilizaban elaborando pan para alimentar a sus tropas y como alimento para los caballos.
Las últimas investigaciones apuntan a que los castaños ya existían en la Península antes de la invasión de los romanos. Se han encontrado restos fosilizados en la Península Ibérica con más de 2500 años de antigüedad. Sea como fuere, lo cierto es que durante siglos han sido base fundamental de la alimentación. Transformadas en harina se convertían en pan y dulces.
Con el descubriendo de América se introdujo la patata y el maíz y decreció el consumo de castañas. Sin embargo, durante la grandes hambrunas, la castaña ha seguido siendo base y sustento de la alimentación.
Durante los años 70 del siglo XX, la enfermedad del chancro empezó a afectar a los castaños, diezmando en gran parte esta especie centenaria. En la actualidad el consumo de la castaña ha variado. Su consumo como producto elaborado, su utilización en repostería, y su comercialización han devuelto a la castaña su importancia.
Estudios recientes, del Grupo de Investigación de los Árboles de la Universidad de Santiago de Compostela, sitúan a los castaños del Bierzo entre los mejores España. Calidad que ha permitido la consecución del sello “Marca de Garantía Castaña del Bierzo”.